Hoy apenas se discute que vivimos en un nuevo sistema económico caracterizado por la llamada globalización; y casi nadie cuestiona que la tecnología, en especial las tecnologías de la información (microelectrónica, informatica, telecomunicaciones, TV-Radio, optoelectrónica, etc.) constituyen la base sobre la que se asienta esa nueva economía.
En el contexto acabado de apuntar, la investigación, el desarrollo, la innovación y la creatividad son los factores críticos de la generación de riqueza y del progreso social, lo que, en principio, debe llevarnos de la mano a una valoración altamente positiva de toda política dirigida a la promoción de la investigación y del desarrollo tecnológico, al modo en que se pretende con el proyecto de Parque Científico del Mediterráneo (Medpark).
Por este sencillo motivo ( el simple interés público estratégico) parecería razonable que todos los sectores implicados en Medpark se afanaran en dejar de lado las discrepancias político-personales que puedan dificultar su implantación efectiva y que amenazan seriamente con el arrumbamiento definitivo del Parque.
Basta distanciarse un poco de las miserias personales para percibir con nitidez que la puesta en funcionamiento de un parque científico resulta especialmente beneficiosa para la provincia de Alicante y para la Comunidad Valenciana, en la perspectiva de crear un centro, un entorno, de desarrollo que mire al siglo XXI y que dote a nuestros ciudadanos y a nuestras empresas de las infraestructuras científico-técnicas idóneas para optimizar su formación profesional y para competir en la sociedad de la información.
La tesis de la centralidad que los parques científicos tienen en el desarrollo de la economía de vanguardia viene avalada por hechos incontrovertibles.
Los parques permiten concentrar territorialmente los agentes de la innovación: personas, empresas y centros universitarios, con la consiguiente maximización de los resultados, al pasar estructuralmente, del campo teórico (ciencia) al campo aplicativo (tecnología), en forma de programas y descubrimientos con aplicación directa a los procesos de producción y distribución de bienes y servicios.
Un parque científico generaría dinámicas de investigación y desarrollo fácilmente orientables hacia los sectores estratégicos de nuestra economía provincial-autonómica, pontenciandola ( la tecnología incrementa la productividad, facilita la distribución, etc.) y abriéndole las puertas del mercado global.
La concentración de infraestructuras de investigación dirigidas a los sectores emergentes (diseño, informática, ingeniería genética, etc.) atrae financiación y promueve la implantación de las empresas interesadas en todo avance o descubrimiento en los campos en los que operan. Al calor de esa interacción entre ciencia y empresa, entre descubrimiento y aplicación productiva, acuden nuevos investigadores, más capital y nuevas empresas, que retroalimentan el proceso, y que son atraídos por un medio (el parque y, por extensión, la ciudad) que favorece, no sólo la investigación, sino también la creación de riqueza, con el consiguiente progreso económico y social.(No abordo, por exceder los límites de este artículo, la cuestión clave relativa al “reparto” de esa riqueza y en qué medida son todos los ciudadanos -o sólo un segmento de ellos-los beneficiarios de ese progreso).
Por último, y como factor que por si solo justificaría todo el Proyecto, debe valorarse el incremento del capital humano que comporta la formación de expertos y de trabajadores cualificados. Solo la variable consistente en crear una plataforma que dote a los jóvenes de una formación altamente cualificada en las tecnologías y procesos llamados a vertebrar el futuro, justifica llevar a cabo el Proyecto; sobre todo teniendo en cuenta que el desempleo, y especialmente el desempleo juvenil, constituye la patología estructural más grave del “ nuevo capitalismo”.
Manuel Castell -una de las voces mas autorizadas del mundo en sociología de la información y del conocimiento– en su análisis sobre la revolución tecnológica, como factor clave de la sociedad informacional, subraya la trascendencia de los parques científicos, con palabras que debieran hacer reflexionar a nuestros dirigentes políticos, empresariales y universitarios, y que, en todo caso, merece la pena reproducir literalmente: “…el desarrollo de la revolución de la tecnología de la información fue tributario de la formación de medios de innovación donde interactuarían descubrimientos y aplicaciones, en un proceso recurrente de prueba y error, de aprender creando; estos entornos requirieron ( y siguen haciéndolo en la década de los noventa, a pesar de la interconexión telefónica) la concentración espacial de los centros de investigación, las instituciones de educación superior, las empresas de tecnología avanzada, una red auxiliar de proveedores de bienes y servicios, y redes empresariales de capitales de riesgo para financiar las primeras inversiones. Una vez consolidado el medio, como lo estaba Silicon Valley en la década de los setenta, tiende a generar su dinámica propia y a atraer conocimiento, investigación y talento de todo el mundo”. El mencionado autor -junto con Peter Hall– tras visitar y estudiar los principales centros científico-técnicos del planeta, desde California a Paris-Sur, pasando por Japón y por Hsinchu-Taiwan, concluye confirmando el “papel crucial desempeñado por los medios de innovación en el desarrollo de la Revolución de la tecnología de la información: aglomeraciones de conocimiento científico-técnico, instituciones, empresas y trabajo cualificado, constituyen las calderas de la innovación en la Era de la Información”.
Por si la perspectiva –fundamentalmente económica– que hasta ahora vengo adoptando, no fuera bastante para justificar razonablemente la implantación de Medpark en Alicante, a lo anterior cabe añadir el interés público relacionado con la institución universitaria.
Parece evidente que el modelo clásico (europeo) de Universidad demanda una profunda y urgente reestructuración. Entre otras, una de las vías por las que debe discurrir ese cambio cualitativo es la que conduce a una integración estructural del “ campus” en el medio social, cultural y económico sobre el que se asienta. La relación entre la Universidad y la Sociedad –a la que sirve y de la que se “nutre”– tiene que dejar de ser una relación de vecindad. Respetando la acumulación y transmisión de los saberes clásicos -y básicos – la Universidad tiene que implementar un gran esfuerzo, proyectado a todas sus estructuras, para generar -y transmitir- el conocimiento específico que demandan las nuevas necesidades económicas y sociales, orientando el trabajo docente e investigador a su entorno más próximo, sí bien con la vista puesta en el mercado global. La Universidad de Alicante, sus enseñanzas, su investigación, no puede ser ajena a los sectores productivos de nuestra provincia ( turismo, calzado, juguete, mármol, etc.) y debe dirigir parte de su energía innovadora a potenciar esos sectores y a generar las bases del conocimiento imprescindible para abrir fronteras a otros segmentos productivos, complementarios, y alternativos, que ensanchen las posibilidades del progreso social de nuestra Comunidad. A su vez, los agentes económicos locales deben poder acudir a la Universidad en busca de conocimiento específico, de solución a los problemas y a los retos que plantea la nueva economía.
Ese proceso de doble dirección requiere un catalizador, un espacio, en el que cristalice; de un lado, el conocimiento (acumulado en la Universidad); y del otro, las necesidades y problemas surgidas de la sociedad, a cuya solución orientaran sus esfuerzos, los profesores, los investigadores, las empresas y los trabajadores. La Historia de la ciencia demuestra que a partir de 1960 un catalizador decisivo en su desarrollo ha sido el modelo de los “Technology Parks”.
Los anteriores apuntes, y otras reflexiones más profundas y documentadas que afloren al debate público de la sociedad alicantina, constituyen un camino idóneo para fundamentar (y adoptar) la decisión (política) en lo relativo a la definitiva implantación y desarrollo del Parque Científico del Mediterráneo.Es el convencimiento público, racional y justificado, en la conveniencia de su funcionamiento, lo que debe llevar a todos los agentes sociales y a los poderes públicos a resolver la actual situación de bloqueo político-legal.
El interés público inherente al proyecto es, por encima de cualquier otra consideración, lo que debe constituir el punto de partida sobre el que se articule todo el discurso, sea a favor, o sea en contra del Parque. Al final, la pregunta a responder es sencilla en su formulación ¿Conviene o no al interés público de Alicante la instalación de un Parque Científico? Desde que, a finales de julio, se manifestó la crisis con toda su crudeza, se vienen esgrimiendo obstáculos legales (urbanísticos, competenciales, etc.) y se apuntan errores “en la metodología”, o trato inadecuado en la presentación del proyecto al poder político legítimo de la Comunidad Valenciana. Sin duda, debe corregirse inmediatamente lo uno y lo otro. Pero es lo cierto que todavía nadie, ni desde el Gobierno Valenciano, ni desde las Asociaciones de empresarios, ni desde los Sindicatos, ha cuestionado la bondad del Proyecto. Nadie ha argumentado públicamente contra la idea de fondo (compatibilización de la actividad científica y empresarial orientada a la innovación rentable) que pretende hacer efectiva Medpark. Nadie sostiene que el Parque Científico perjudique a la Universidad o a los ciudadanos de Alicante o a sus empresas y trabajadores. No se han elaborado -o, al menos, no los conozco- estudios que demuestren la inviabilidad del parque, por errores en su concepción, por falta de espacio físico, por déficit de financiación o, en suma, por resultar inútil – o inadecuado– para la consecución de los fines públicos estratégicos que están en la génesis de todo parque científico. Nadie sustenta la inviabilidad, o inadecuación, científica, técnica, medioambiental, académica, o económica del Parque. Nadie se opone públicamente al Proyecto, ni los partidos políticos, ni la industria hostelera, ni la juguetera, ni los pequeños comerciantes, ni los médicos, ni los arquitectos, ni los “media”, ni los bancos, ni la Iglesia, ni los conservacionistas, ni los ecologistas, ni tan siquiera, los grupos contrarios a la globalización y al uso de las nuevas tecnologías ¿ Quién, de los que tiene algo que decir en la sociedad alicantina, se opone públicamente a la instalación de Medpark? Nadie.
Si nadie discute la conveniencia y la oportunidad de la iniciativa y, además, las perspectivas económica y universitaria aconsejan su implantación –como más arriba he tratado de argumentar– cabe concluir, pues, que nos encontramos exclusivamente ante obstáculos formales para el efectivo despliegue de Medpark; pero tales óbices, partiendo de la necesidad para Alicante del Parque -de la legitimidad del fin propuesto- deben ser superados, mediante la voluntad política, las mutuas concesiones y renuncias y, en suma, atraves del acuerdo entre las partes, aún cuando el mismo se circunscriba, única y exclusivamente, a Medpark.
Lo que no puede ser, de ninguna manera, es que un proyecto fundamental para la ciudad frente al que, en el fondo, nadie se muestra refractario, no pueda llevarse a cabo por haberse detectado errores formales; a los cuales –situándome, ahora, en el plano jurídico– siempre cabría aplicar la doctrina de la subsanación.
Con ello no propongo –nadie lo propone- que se desprecien, o soslayen, las formalidades legales. Las formas y procedimientos son irrenunciables en un Estado de Derecho. Y, es sabido, que en un sistema democrático el fin –por legítimo que sea- nunca puede justificar los medios.
Tan solo me atrevo a sugerir, que la superación de los óbices formales que obstaculizan el desarrollo del Proyecto debiera pasar por una reflexión serena respecto a la utilidad, a las ventajas, al beneficio, y al coste que el Parque Científico supone para Alicante. Si de la conclusión derivada de ese análisis resulta que el parque ofrece, en términos sociales, más beneficios que costes para la provincia; si, al cabo, se concluye que Medpark puede aportar a Alicante algo más que el sol y la playa, que ya nos dio la naturaleza, el camino de la solución habrá sido franqueado.
Si todos convienen -mediante el debate argumental, sin descalificaciones mutuas y sin victimismo– en la bondad racional del Proyecto, resultará sencillo corregir pasados errores y, superándolos, hacer efectivo el interés público inherente al Parque, dentro del más absoluto respeto a la legalidad.
En los proyectos de Ciudad -y éste puede ser uno de ellos- al igual que en los proyectos o cuestiones de Estado, los poderes implicados deben realizar un sobreesfuerzo de comprensión, de generosidad y de renuncia (esfuerzo exigible a todos los poderes, no solo al político). Procede aparcar, si las hubieran, las políticas partidistas -legítimas en otros temas- y los personalismos, la puntual animadversión, inevitable en las relaciones humanas, pero superable cuando se enfrentan retos de mayor calado. Cumple orillar cuanto exista de confrontación y lucha, desplazándola en aras a un objetivo superior, que no es otro, que el simple servicio al interés general de los ciudadanos de Alicante y, con ello, a los de la Comunidad Valenciana. No digo yo -no tengo pruebas- que sean, los que acabo de apuntar, los únicos o los verdaderos obstáculos que oponen resistencia a la implantación de Medpark en Alicante; pero si lo fueran, si algo hubiera de rivalidad partidista o personal, conviene desactivar tales causas, siquiera sea coyunturalmente; y, nunca mejor dicho, dar paso al Parque. La sola idea de que Alicante tenga el primer Parque Científico del mundo debe ser suficiente para alcanzar el consenso necesario que permita su instalación y el desarrollo de todas sus potencialidades de futuro.Como advirtiera J.Adams en 1789 “La esencia de un Gobierno libre consiste en saber poner un freno eficaz a todas las rivalidades”.
Alicante, a 20 de agosto de 2000.