Artículo Publicado en el Diario Información el día 23 de mayo de 2004.
La renuncia del Alcalde a construir el Palacio de Congresos en el Monte Benacantil y su anuncio de ubicarlo en otro lugar de la ciudad, sin esperar la decisión de los Tribunales, constituye una decisión sin duda inteligente. Al menos permite poner fin a una larga y estéril etapa caracterizada por el enconamiento político, la incertidumbre y el bloqueo del Proyecto.
Si admitimos que conviene al interés del municipio contar con un Centro de Congresos, y en ello parecen estar de acuerdo las fuerzas políticas y los agentes sociales, no resulta superfluo subrayar que, con el paso adelante dado por el Alcalde, se podría abrir una nueva etapa que culmine con la efectiva ejecución del Proyecto.
La idea de construir el Palacio en La Sangueta, frente al mar, puede ser tan buena como cualquier otra; pero el motivo de estas líneas no es apostar por una determinada ubicación, sino sugerir un concreto método de abordar la concepción y ejecución del Proyecto para que finalmente la ciudad lo vea materializado.
Para definir ese método basta con una sola y vieja palabra: “concordia”. Se trata de unir racionalmente al conjunto de fuerzas sociales y políticas en torno a un Proyecto estratégico para el futuro de la ciudad. No debería ser tan difícil, pero a menudo lo es y en Alicante sobran ejemplos: la ausencia de una actuación política concertada es la causa de estar desperdiciando la proyección mundial que la OAMI podría suponer para Alicante. Y un enconamiento político-personal (semejante al que ha caracterizado el debate sobre el Palacio) arruinó el Proyecto de Parque Científico, privando a la ciudad del enganche con la vanguardia de la investigación y del desarrollo tecnológico. Convendría, pues, no reincidir en los errores y concordar algunos asuntos considerados decisivos para el futuro del municipio. Todas las ciudades con un punto de genialidad en sus políticos lo consiguen (Bilbao, con el Gugenhein; Barcelona con el Forum de las culturas; Madrid, con los JJOO).
Salvando las distancias, pero en esa línea, la concordia aconseja que el Alcalde renuncie a patrimonializar políticamente el Proyecto. Incluso una buena idea (la de La Sangueta, o cualquier otra) y, además, formulada con la mejor voluntad, si no está previamente consensuada puede resultar devastadora para el proceso. No parece sensato lanzar a la opinión pública cualquier “ocurrencia” para decir, a continuación, que los técnicos la están estudiando. La lógica más elemental exige invertir los términos; primero, realizar los estudios para con ellos concretar una “idea”; y después, la idea se comunica a los ciudadanos impulsando un debate abierto.
El método más idóneo para concitar un acuerdo sólido consiste en que nadie patrimonialice lo que debe ser de todos, para lo cual resulta necesario que el primer Edil abandone definitivamente la idea de pasar a la historia como el Supremo Hacedor del Palacio.
La concordia requiere también de la oposición, un cierto grado de generosidad y de visión estratégica; así, por ejemplo, cabría sugerir que los grupos de la oposición no coloquen el futuro Palacio en el eje de sus críticas al Gobierno Municipal (por suerte para la izquierda, y por desgracia para la ciudad, la gestión del grupo mayoritario ofrece otros muchos flancos para la crítica); tampoco estaría de más que la oposición abandone, al menos por una vez, esa extraña suerte de reacción instintiva que le lleva automáticamente a tachar cualquier intervención urbanística de operación “inmobiliario-especulativa” ¿Lo es el Forum 2004 de Barcelona, proyecto concebido por Maragall, y que ha supuesto decenas de miles de metros cuadrados ganados al mar y construidos?; y también resulta aconsejable en un proceso que se pretende concordado, que la oposición renuncie a instrumentalizar las protestas de los vecinos afectados por el Proyecto, sin perjuicio de respetar escrupulosamente sus intereses privados como corresponde en un Estado de Derecho.
En suma, la concordia exige que en la nueva etapa la oposición no utilice el Proyecto del Palacio de Congresos a modo de permanente ariete político contra el equipo de gobierno.
Ambas partes deben afrontar el futuro inmediato, en esta cuestión, con una actitud radicalmente opuesta a la mantenida en el pasado. El camino podría ser excluir el Proyecto del debate partidista, buscar el consenso social e involucrar a todos cuantos tienen algo que decir sobre cómo construir la ciudad del futuro (arquitectos, urbanistas, expertos en sociología urbana, etc.); y todo ello, en el bien entendido de que un Proyecto a la altura de las exigencias de la ciudad, no debe consistir sólo en levantar un edificio para publicitarlo en los folletos turísticos, sino que debiera tratarse de un Proyecto orientado a la mejora del entorno urbano, un Proyecto de intervención urbanística global presidido por una “idea potente” capaz de transformar positivamente la zona en la que se materialice, de situar a Alicante en el mapa europeo de grandes congresos, y de irradiar beneficios de orden estético, económico y social.